Hoy día la mayoría de padres conocen los enormes beneficios que supone el deporte para los niños en muy diferentes aspectos: formación en valores, crecimiento personal, socialización, hábitos saludables… Es por ello que nuestro interés por todo lo que rodea la actividad deportiva de nuestros hijos lo tengamos presente casi a diario, bien como asignatura escolar bien como una actividad extraescolar.
Sin embargo este interés no siempre se ve acompañado por un conocimiento profundo de los elementos fundamentales del deporte base tal y como se entiende en la actualidad, y por consiguiente, pese a toda nuestra buena intención, los niños pueden acabar teniendo una mala experiencia del deporte o en el peor de los casos, abandonarlo.
Los ejemplos más visibles son los casos que llegan a los medios de comunicación referentes a conductas antideportivas de los padres en el transcurso de competiciones y partidos, pero también son muchos los casos de discusiones con entrenadores, directivos u otros padres en el transcurso de entrenamientos, o simplemente aguantar una situación de malestar, estrés y ansiedad.
Entre los muchos beneficios del deporte está la experimentación de oleadas emocionales (auténticos “tsunamis” en ocasiones) ya sea como practicante o como espectador. Gracias a esto muchos de nosotros nos sentimos más vivos que nunca los domingos por la tarde, animando a nuestro equipo o siendo parte del juego. En ocasiones el control de nuestras emociones se hace difícil, pero cuando es uno de nuestros vástagos el que interviene en la partida (haciendo un símil con las videoconsolas) pasamos al modo multi-pantalla y la cosa se complica mucho más.
Clubes y federaciones promueven iniciativas que en muchas ocasiones son solo puntuales, como charlas y talleres, magníficas para tomar conciencia y dar los primeros pasos, pero aún se echa en falta una implicación mayor, bien planificada y con estructuras duraderas en el tiempo para que cada organización deportiva cuente con ese “Equipo de Padres” que todo lo que haga sea enriquecer la experiencia deportiva de sus hijos, nunca arruinarla.
Una figura como esta debería existir en todos los clubes, con la función de coordinar las relaciones de los padres con la directiva y entrenadores, definir modelos de comportamiento en entrenamientos y competiciones, cooperar con padres de otros clubes, fomentar la formación sobre deporte infantil y en definitiva implicarse como grupo en la transmisión de valores a sus hijos.
(Extracto del artículo publicado en Sporthuesca.com)