Al igual que el entrenamiento físico incide sobre variables como la resistencia, la fuerza, la flexibilidad o la velocidad, el trabajo psicológico se centra en la gestión de variables que también sean relevantes en este contexto, tales como:
La motivación
El estrés
La auto-confianza
La autoestima
El nivel de activación
La atención
La toma de decisiones
Las relaciones interpersonales
La cohesión de equipo
Estas variables pueden ser alteradas a través de habilidades y técnicas psicológicas. Las primeras se refieren a la capacidad de un deportista para auto-controlar las variables relevantes que pueden afectar su propio rendimiento, o también a la capacidad de un entrenador para controlar las variables relevantes que pueden afectar el rendimiento de sus deportistas. Pueden tener algo de innato y/o haber sido adquiridas a través de la propia experiencia de los deportistas o entrenadores, o haber sido aprendidas mediante el entrenamiento psicológico apropiado.
En ocasiones se observa que los deportistas y los entrenadores dominan habilidades psicológicas que nadie les ha enseñado de manera específica (aunque en parte han podido aprenderlas recibiendo información verbal de otras personas u observando a otros deportistas o entrenadores); en muchos de estos casos estas habilidades podrían ser perfeccionadas mediante un entrenamiento que corregiría posibles defectos, añadiría nuevos detalles y, en definitiva, las harían más eficaces. En otros casos, los deportistas y entrenadores no dominan las habilidades psicológicas relevantes, y sólo llegan a hacerlo después de haberse sometido al entrenamiento correspondiente.
El entrenamiento apropiado para el dominio o perfeccionamiento de habilidades puede constituir una valiosísima ayuda para la mayoría de los deportistas. Algunas de ellas serán:
- El planteamiento sistemático de objetivos
- La auto-evaluación del nivel de activación
- La utilización de la relajación y de otras estrategias de auto-regulación de la activación
- El uso de la práctica en imaginación (visualización)
- La utilización de monólogos internos
- El control la atención durante la competición
- El análisis objetivo y apropiado del propio rendimiento
Especial importancia tienen las habilidades psicológicas de los entrenadores. Por ejemplo: plantear objetivos apropiados para sus deportistas, utilizar correctamente estrategias operantes y de modelado, aplicar con precisión técnicas de exposición para controlar las situaciones estresantes de la competición, dominar habilidades de comunicación e interacción social, habilidades de negociación, habilidades para la motivación del grupo y la solución de conflictos, etc.
También las habilidades se refieren a su capacidad para rendir al máximo en su propio cometido como entrenadores y como personas.
Las técnicas psicológicas sirven para manipular las variables relevantes (motivación, estrés, etc.), pero no necesariamente son habilidades que auto-aplica el deportista o el entrenador. En ocasiones incluyen habilidades sólo propias del psicólogo, que por tanto no pueden ser aplicadas por deportistas y entrenadores sin la especialización profesional de aquél. Entre ellas, están entrenar a deportistas y entrenadores para que dominen las habilidades y de orientarles correctamente sobre su utilización; el uso riguroso de procedimientos de evaluación e intervención específicos. Técnicas como la desensibilización sistemática para la eliminación de miedos o fobias, la modificación de creencias y estados emocionales adversos, el diseño de programas para la modificación de conductas deportivas, etc., no son habilidades que puedan formar parte del repertorio de deportistas y entrenadores.
La detección de alteraciones mentales y el control o alivio de éstas cuando estén presentes, serán también objetivos de la intervención psicológica, tal y como hemos apuntado al referirnos al área de apoyo, pero debe entenderse que el trabajo psicológico en el deporte abarca mucho más, incluyendo, fundamentalmente, la preparación de los deportistas que sin ningún problema psicológico pueden optimizar su rendimiento, aumentar su grado de satisfacción y disfrutar más con la práctica de su deporte.
El rendimiento debe ser, en general, el principal objetivo del trabajo psicológico, pero no por ello se debe olvidar al deportista como persona, ayudándole a que aproveche la experiencia deportiva en un sentido más amplio que el del rendimiento, se enfrente saludablemente a los riesgos y problemas psicológicos que pueden derivarse de las exigencias permanentes del deporte de competición y, en definitiva, sea una persona equilibrada, satisfecha y feliz.
Además, puesto que el deportista equilibrado y satisfecho también tenderá a rendir mejor, esta vertiente del trabajo psicológico no sólo es perfectamente compatible con la preparación psicológica dirigida específicamente a la optimización del rendimiento deportivo, sino que constituye una alternativa complementaria que debe incluirse dentro del área que hemos denominado de apoyo.